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Colonialismo tóxico: la jerarquización global y la ficción del afuera


¿Reconoces esta fotografía? Son tres recolectores en un vertedero en Kenia. Quizás no conoces el espacio concreto, pero el escenario te debe ser familiar: un basurero en las afueras de la ciudad, aparente lugar de nadie, espacio de personas marginadas, de peligro físico y sanitario, con olores desagradables. Es el sitio al que se manda lo que ya no se quiere, lo que ya no te sirve. Mejor no pasar por ahí… ese es el pensamiento que se ha imperializado y que hoy podemos conceptualizar como colonialismo de basura.

Por colonialismo de basura entendemos la tendencia mundial en la que los países del norte global exportan sus residuos a los países del sur global. Esta relación se establece mediante la jerarquización de Estados, pues recordemos que norte y sur no refieren únicamente aspectos geográficos, sino que van más allá e indican la relación de poder que se establece entre las naciones con riqueza económica, alta calidad de vida y sistemas sólidos de seguridad social, y las naciones que no cuentan con estos elementos. 

 

En muy resumidas cuentas, el vínculo entre el norte y el sur mediante la importación y exportación de desechos representa un movimiento geopolítico en el que los países ricos contaminan a los países pobres. Envían la basura que no quieren a territorios en donde no la ven. De manera que, en regiones de Latinoamérica, África, la India y el sur de Asia se concentran cantidades monumentales de desperdicios plásticos, textiles y eléctricos provenientes de Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y naciones de la Unión Europea.


En aranceles, el traslado de residuos se justifica aludiendo a que en los países de destino se les podrá dar el tratamiento adecuado. Transportan sus desechos al sur argumentando que ahí sí hay infraestructura para gestionarlos, instalaciones de reciclaje con mejor tecnología y un mercado sólido para comercializar estos materiales… ¡ojalá! 


¿Te sorprende? A nosotras también. Si tuviésemos esos recursos, ¿crees que existirían más de 1,600 vertederos al aire libre —sin contar los clandestinos— en México? ¿Crees que en Nueva Delhi se hablaría del Everest de basura? En materia de separación, recolección y transformación de residuos tenemos mucho por hacer. Son residuos tan contaminados que suelen quemarse. Lamentablemente, en los territorios históricamente precarizados el reciclaje no suele ser un tema prioritario para dedicar esfuerzos y presupuesto suficientes en infraestructura y mercantilización.  Incluso las personas recolectoras, conocidas como pepenadoras, son parte del empleo informal, no cuentan con reconocimiento ni remuneración justa de su labor, tampoco con seguridad social ni sanitaria que les proteja en las condiciones de su trabajo.


Entonces, ¿por qué envían sus desechos al sur? Es una medida colonialista. Podríamos entender el colonialismo como el proceso mediante la ocupación física y epistemológica de un territorio. En ese sentido, arrojar la basura del norte al sur refuerza y perpetúa las relaciones de poder entre los Estados. Establece que hay regiones y poblaciones que merecen vivir libres de desechos y que, por su parte, hay regiones y poblaciones que son destino de todo aquello que no desean.


Los vertederos son zonas altamente peligrosas por la ausencia de seguridad pública, la abundancia de infecciones y de material tóxico y la informalidad del trabajo de reciclaje. Estos espacios suelen localizarse en zonas periféricas a las ciudades o espacios transitados. La razón consiste en que nadie quiere estar cerca de la basura. En ello consiste la ficción del gran “afuera”.


Cuando nos deshacemos de nuestros residuos, imaginamos que los enviamos a un lugar que está “afuera”. Es decir, hay un espacio destinado para ellos en donde no los veremos, no nos perturbarán y no serán nuestro problema. Así, mantenemos nuestro “adentro” limpio, sano y agradable. Afuera, será otra cosa.

Ese es uno de los tantos cuentos que nos ha contado el capitalismo. ¡No hay un afuera! Los desechos siempre se quedan dentro, sólo que los enviamos a un lugar en el que, aparentemente, ya no son nuestro asunto: el norte los exporta al sur; los países del sur los colocan en la periferia de sus ciudades. Pero en los vertederos incluso viven comunidades enteras. La contaminación que genera el tratamiento inadecuado de los desechos nos afecta a todas las personas, está acabando con la vida en el planeta.

Si no hay ningún afuera, ¿qué podemos hacer con nuestros residuos? Te compartimos cuatro claves para combatir la colonización a través de los desechos y la construcción de zonas-basura:


  1. Residuos al mínimo. No hay mejor “basura” que la que no existe. Opta por productos que no requieran de empaque o cuyo empaque sea retornable, reciclado y fácilmente reciclable. Separa adecuadamente tus residuos y gestiona con otras empresas su traslado para que encuentren espacio en procesos de reciclaje o reutilización óptimos.

  2. Piensa en colectivo. Cuestionar las lógicas capitalistas y consumistas que devastan el medio ambiente te ayudará a rechazar productos innecesarios. Además, poner al centro al medio ambiente y a las personas te motiva a gestionar apropiadamente tus residuos para que en todos los espacios podamos vivir dignamente, con salud y respirando aire limpio.

  3. Alza la voz. Como ciudadanxs, es nuestro derecho exigir leyes nacionales y tratados globales que regulen de forma estricta, con perspectiva anticolonial y métodos de seguimiento las gestiones de residuos. Es indispensable que los Estados de todo el mundo asuman su responsabilidad en el tratamiento de los desechos, su reciclaje y su eventual eliminación. Tenemos una casa común, su deber es responder.

  4. Deconstrúyete. Criticar nuestros presupuestos colonialistas para transformar nuestro paradigma es tarea de todos los días. Pregúntate en qué espacios, pensamientos y relaciones puedes ver formas de colonialismo. Lee al respecto, visibiliza, comparte e incide en tu entorno.


La justicia medioambiental es un tema complejo en el que intervienen múltiples aristas. Hoy hemos visto cómo afectan las lógicas coloniales en la gestión global de los residuos. Cuida que tu enfoque ecológico siempre sea interseccional y te permita advertir cuando aspectos como el género, el estrato socioeconómico, procesos de racialización o de colonialismo intervienen en las formas de opresión e injusticia. El sur no es un basurero y no hay un gran afuera. Nuestro único camino es gestionar apropiadamente los residuos y adoptar formas de producción que los minimicen drásticamente. 

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