
Cada día damos pasos, literalmente y metafóricamente. De manera metafórica con cada decisión que tomamos; a manera literal, damos pasos utilizando una protección sintética conocida como zapatos.
Existen quienes aún andan descalzos, pero la mayoría de quienes estamos inmersos en lo que llamamos “sociedad” hemos adoptado el calzado. Portamos zapatos a diario, diferentes tipos para cada ocasión, y nos sentimos afortunados de poder proteger nuestros pies —y embellecerlos también. Sin embargo, esta “fortuna” trae consigo consecuencias: existe un flujo de energía natural entre la tierra y nuestro cuerpo, y nuestro calzado irrumpe este proceso, lo cual se ha observado que repercute en nuestra salud.
Estar descalzos es la naturaleza anatómica del ser humano; solíamos andar con los pies libres y expuestos a la superficie terrestre, incluso cuando los cubríamos para soportar altas o bajas temperaturas o superficies complicadas, los materiales no eran sintéticos. Lo sintético en los zapatos de ahora es un aislante, y esto rompe con la interconexión de nuestro cuerpo con el suelo.
Todo se rige a partir de flujos energéticos. Es innegable la interconexión de energía que existe, nuestros sentimientos, pensamientos, acciones y palabras, lo vivo, no vivo…, todo tiene que ver con energía. Somos parte y testigos de la energía como resonancia magnética, fuentes de energía eléctrica y magnética todos los días. Indirectamente esta energía se conduce entre la Tierra y nuestro cuerpo al encontramos descalzos en la arena, por ejemplo, por lo que al ir a la playa nos sentimos bien, la felicidad reina y se nos olvida nuestra angustia y estrés. Estas sensaciones no solamente se explican por la belleza de la naturaleza, sino que también tienen un sentido científico.
Los seres vivos, incluyendo al planeta Tierra, estamos rodeados de un campo electromagnético impresionante, y también somos conductores de energía. La Tierra tiene un campo magnético, también conocido como campo geomagnético, el cual se extiende desde el interior del planeta hasta el espacio, y corre por corrientes eléctricas generadas por el movimiento de hierro fundido en el núcleo de la Tierra. El planeta tiene energía en forma de electrones (con carga eléctrica negativa), que sale del centro de la Tierra, y se transmite a través de la piel. Nosotros somos como una pila con energía positiva y negativa, y cuando usamos suelas sintéticas de plástico rompemos con el flujo energético; imposibilitamos el paso de la energía de la Tierra hacia nosotros.
En la vida urbana y moderna los humanos estamos expuestos a una gran cantidad de radicales libres, por lo que tenemos un incremento de estas moléculas en nuestro cuerpo, debido a la exposición a contaminantes, ya sea por una alimentación desequilibrada, tabaquismo, metales pesados, estrés, entre otras razones. Los radicales libres son moléculas con un electrón desapareado, libre, lo que las vuelve muy inestables (tienen un número impar de electrones). Para buscar a su par van robando electrones e inestabilizan y alteran a muchas otras moléculas, creando más radicales libres. Por esto, son moléculas dañinas que alteran a las membranas de nuestras células, y pueden ser dañinas para la salud ya que desequilibran nuestro cuerpo y, entonces, surgen enfermedades. Para poder neutralizar lo anterior se necesitan electrones libres.
Además, hoy en día estamos expuestos todo el tiempo a varios campos electromagnéticos externos, el cableado doméstico, el internet, bluetooth, el celular, la TV, computadora… Toda esta radiación electromagnética interfiere en nuestra comunicación eléctrica interna del cuerpo y nos satura. Nuestro desequilibrio interno nos causa inflamación, estrés y dolor.